Crucifijo milagroso

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Desde hace siglos, el crucifijo de Mogiła del Santuario de la Santa Cruz atrae a concurridas masas de peregrinos, aunque es imposible determinar cuándo comenzó su devoción pública. Según la tradición, el crucifijo fue pescado en el río Vístula y entregado en ofrenda a los religiosos del mencionado convento en el s. XII. Ahora bien es posible que la figura de Jesucristo Crucificado, hecha en madera, fuera regalada por el rey Casimiro III el Grande con motivo de la finalización de las obras de restauración del convento por el abad Juan (1333-1356) o fuera un exvoto propiciatorio especial. En la abadía cisterciense se cuenta que el rey Casimiro III el Grande se presentó un día para admirar el templo restaurado y el abad llevó al monarca ante la imagen del Crucificado. «El rey contemplando con interés a Jesucristo, preguntó si se obraban milagros ante el mismo. El abad le contestó que efectivamente, pero que el mayor milagro sería que Su Majestad experimentara la conversión e, igual que Saulo, pasara de ser enemigo de Cristo a ser su fiel discípulo. Ante ello, el rey no diría nada más, callaría y se iría». Al poco tiempo, el rey se reconcilió con el obispo Bodzanta, que le había lanzado anatema, debido al inmoral comportamiento del soberano.

El crucifijo de Mogiła es peculiar y goza de una veneración incansable por parte de los fieles, si bien su forma original se vio modificada. Se trata del único elemento de la dotación que sobrevivió al incendio de la iglesia del s. XV, donde se quemaron únicamente el perizonium y el pelo de Jesucristo. Fue en aquel momento cuando, en vez del perizonium esculpido se colocó un paño de terciopelo bordado que tapaba la parte delantera de la figura prácticamente hasta las rodillas y se comenzó a poner a Jesucristo una peluca ejecutada de cabello natural. Reconstruida la iglesia en el s. XVI, el crucifijo de Mogiła fue trasladado a la capilla lateral, denominada hasta hoy la Capilla de la Santa Cruz.

Debido a las numerosas gracias y sanaciones realizadas ahí, la madre de Adam Chmielowski (posteriormente, san Fray Alberto) realizó una peregrinación a ese lugar para pedir la curación de su hijo, cuando éste, de niño, había enfermado gravemente. De esta forma, el pequeño Adam, vestido para dicha ceremonia con un hábito religioso, fue entregado a la imagen milagrosa de Jesucristo Crucificado.

El santuario de Mogiła alberga asimismo las reliquias de la Santa Cruz, mencionadas por escrito por primera vez en la primera mitad del s. XX. Sin estar confirmada su autenticidad, el padre Bogumił Salwiński emprendió esfuerzos para conseguir una nueva reliquia de la Santa Sede Apostólica. En 1961 llegó, finalmente, de la basílica de la Santa Croce de Roma a la abadía de los padres cistercienses un fragmento significativo de las reliquias de la Santa Cruz.

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