Colina Wawel
Una colina de caliza, situada encima del Vístula, en el corazón de Cracovia; el antiguo centro de poder, tanto legendario (relacionado con el fundador mítico de la ciudad, Krak y sus descendientes) como histórico, es decir el ejercido por duques, obispos y reyes. La visita al castillo de Wawel y las adyacentes edificaciones sacras es un elemento imprescindible durante una excursión a Cracovia. Es obligada, ¡pero qué agradable!
Los primeros vestigios de la estancia del hombre en Wawel datan de miles de años. La colina, situada entre pantanos y ciénagas constituía ya entonces un refugio ideal. Más tarde, según cuenta la leyenda, se estableció aquí un dragón. No conseguían vencerlo los guerreros más fuertes, pero finalmente lo logró un ingenioso zapatero. A esta historia hace alusión la Cueva del Dragón situada en los pies de Wawel y la estatua de la bestia situada al lado.
Las primeras edificaciones duraderas se erigieron en la colina ya en el siglo IX, antes de la creación del estado polaco, sirviéndole al soberano de la tribu de los llamados Vistulanos que habitaban esta zona. Cuando Cracovia y la región de Małopolska fueron incorporadas al estado de los Piast, Wawel mantuvo su posición como centro de poder político y religioso. En el siglo X, en la colina se encontraban un palacio de piedra y varias iglesias. Cuando en el año 1000 se creó el obispado de Cracovia, se erigió aquí una catedral. Los vestigios de estos edificios más antiguos (por ejemplo, de la Rotonda de Nuestra Señora del siglo X) y una reconstrucción de las edificaciones de la Alta Edad Media se pueden ver hoy en día en la exposición "Wawel Perdido". En la exposición se muestra también un modelo del pueblo de Wawel que rodeaba el castillo hasta finales del siglo XVIII.
En el siglo XI, Wawel se convirtió en una de las principales sedes de las autoridades estatales. Se desarrollaban aquí paralelamente edificaciones laicas y sacras, que representaban rasgos de los estilos sucesivos: el románico, gótico y renacentista. Este último, en versión típica del norte de Europa, alcanzó su esplendor durante el reinado de los últimos Jagellones: Segismundo I el Viejo (fallecido en 1548) y Segismundo II Augusto (en 1572). De hecho, en el siglo XVI Wawel constituía uno de los centros de la cultura humanista. La corte real mantenía numerosos contactos artísticos en todo el continente europeo. Gracias a aportaciones de arquitectos italianos, por ejemplo, de Bartolomeo Berecci, el antiguo castillo medieval se convirtió entonces, sin perder sus funciones defensivas, en una residencia de carácter palaciego con un impresionante patio con galerías de arcos. De entre las antiguas fortificaciones a día de hoy se han conservado tres atalayas: Sandomierska (de la ciudad de Sandomierz), Senatorska (de los Senadores) y Złodziejska (de los Ladrones).
En el siglo XVII, la sede real fue trasladada a Varsovia. Se trasladó allí también la corte y el castillo de Wawel empezó a entrar en declive. Las invasiones suecas del siglo XVII pusieron fin a su esplendor. Fue entonces cuando el papel principal en la colina fue asumido por la corte obispal y la catedral, que mantuvo su función de lugar de coronación y entierro de los reyes. Solamente el último rey de Polonia, Estanislao II Poniatowski, no fue coronado en Wawel, sino en Varsovia (en 1764).
Como resultado de la III división de Polonia (en 1795), Cracovia fue anexionada a Austria y durante la mayor parte del siglo XIX Wawel estuvo a disposición del ejército: primero como un hospital y más tarde como un cuartel militar. El ejército austriaco devastó considerablemente la colina, erigiendo edificaciones de carácter defensivo y derribando el pueblo medieval en las escarpas de Wawel. El Wawel fortificado se convirtió a mediados del siglo XIX en el centro de la Fortaleza de Cracovia (Festung Krakau). En aquellos tiempos, la colina era considerada por los polacos como un importante lugar de memoria nacional y una cámara del tesoro de la Patria. Pese a las circunstancias contradictorias, los polacos intentaban cuidar este sitio excepcional. Para lograr este fin, era necesario que los austriacos reconocieran el castillo como una de las residencias oficiales del Emperador. Lo hicieron solo en 1897 cuando estaba ya en marcha una vasta restauración de la catedral. La renovación del castillo empezó en 1905.
Cuando Polonia recuperó su independencia, las obras fueron continuadas con el fin de convertir Wawel en una suntuosa sede de los presidentes de Polonia. El castillo desempeñó oficialmente esta función (y la de museo de interiores históricos al mismo tiempo) en los años 20 y 30 del siglo XX, aunque no fue sede del poder central —este se concentraba en Varsovia—. Durante la II Guerra Mundial y la ocupación alemana, el castillo sirvió como residencia del gobernador general, Hans Frank. A pesar de varios saqueos, afortunadamente no se produjeron daños graves. Después de la guerra se llevó a cabo una renovación exitosa y se trajeron de vuelta las valiosas colecciones de arte (por ejemplo, un conjunto de tapices renacentistas) y objetos de recuerdo históricos. Wawel se convirtió en un museo representativo donde se acumulan los vestigios más valiosos de la cultura material polaca.