La Campana de los Ahogados
Leyenda sobre una campana ahogada en el río Vístula que nunca dejó de sonar...
Antiguamente a orillas del Vístula, justo al lado del convento de las norbertinas de Zwierzyniec, que estaba situado junto a una vía comercial, estaba amarrado un transbordador. Una noche se levantó una tremenda tempestad. El viento arrancó el ancla y el río se llevó el barco. Las monjas querían reemplazarlo por uno nuevo. Sin embargo, antes de que lo hicieran, una noche las despertó de repente el sonido de la campana del convento. Cuando las alarmadas hermanas salieron de sus aposentos, vieron a un grupo de jinetes corriendo en dirección al río —eran los comerciantes locales— y, detrás de ellos, una banda de tártaros. Los fugitivos se estaban dirigiendo hacia el puerto sin saber que ya no había allí un barco que permitiera una travesía segura por el río. El nivel del Vístula estaba alto, pero de todas maneras tanto los comerciantes, como los tártaros se arrojaron al río. Se ahogaron todos, salvo un vendedor que, para agradecer su salvación, fundó una nueva campana para el convento. Le encargó fundirla a un artesano, pero resultó que en la campana había una grieta. El campanero volvió a fundirla dos veces más, pero la grieta aparecía de todos modos. Finalmente, la imperfecta campana se instaló en el convento. Cada tarde resonaba diez veces, llamando a las monjas a rezar por las almas de los ahogados. Esta tradición perduró hasta el año 1917 en el que los austriacos confiscaron la campana, ya que necesitaban material para fundir cañones. Otra versión de la misma leyenda cuenta que los propios tártaros desmantelaron la campana original y la arrojaron al Vístula. Dicen que desde aquel momento la campana aparece en la superficie del río una vez al año, en la Víspera de San Juan y suena hasta la medianoche.